En mis redes sociales comparto reflexiones sobre religión, Biblia, cultura y sentido de la vida desde una perspectiva cristiana razonada, dialogando con la filosofía y el pensamiento contemporáneo. No pretendo dar sermones ni verdades prefabricadas. Más bien, busco ayudar al no creyente para que comprenda, y al creyente para fortalecer su fe.
No tengo todas las respuestas, pero quiero hacer el camino con quienes sienten que la fe también piensa, pregunta, dialoga y transforma. Si compartes esa inquietud, estás en casa. A veces utilizo el humor, lo que hace que muchos se sientan ofendidos. De corazón: mis respetos a quienes piensan distinto.
¿Por qué decidí hacer contenido cristiano en redes sociales? En 2021 llevaba algunos meses investigando cómo la tecnología digital estaba modificando la forma de pensar de la sociedad. Ya sabéis: los que hace años pensaban una cosa, ¡ahora defendían justo lo contrario! (pensad en el ámbito político, por ejemplo). Tenía la intuición de que el fenómeno de la posverdad y las fakes news tenía mucho que ver, pero quedaban por descubrir qué mecanismos podían generar ese salto, ese cambio de pensar una cosa a defender su contrario en poco tiempo. Así que, aunque no tenía cuentas en redes sociales (sólo una cuenta de Facebook que apenas usaba), me abrí una cuenta anónima de Instagram. Ahí comencé a observar el funcionamiento de los algoritmos. Paralelamente, descubrí que en Tiktok, una red social novedosa en el momento, había creadores de contenido haciendo vídeos defendiendo el ateísmo y atacando a aquellos que tenían fe, siguiendo la ola del movimiento «nuevo ateísmo», ahora en la era post-Covid. Tanto me picó la curiosidad, que me abrí una cuenta para verlos. Busqué en Tiktok si había gente haciendo lo contrario, creando contenido cristiano. Había muy poco: chicos muy jóvenes, probablemente de entre 14 y 16 años, defendiendo que Dios existía. Así que se me ocurrió subir dos o tres vídeos haciendo apología (defensa) de la fe cristiana. No avisé a casi nadie: sólo a mi esposa y más tarde a algunos amigos cercanos. Para mi sorpresa, los vídeos empezaron a funcionar. Recibí likes, comentarios de apoyo, otros de mofa. El segundo o tercer vídeo se viralizó. Sentí una sensación de vértigo que nunca había sentido. Cuando daba charlas en la universidad, mi público estaba formado por unas 10-15 personas, ¡20 con suerte! Pero ese vídeo, al despertarme por la mañana, sumaba por entonces 25.000 visualizaciones. Ni me imaginaba que, con los años, iba a conseguir varios millones de visitas mensuales. Varias cuentas ateas comenzaron a responder a mis vídeos, lo que a su vez me daba la oportunidad de crear vídeos nuevos de respuesta. Los creyentes me daban las gracias. Muchos ateos me insultaban y despreciaban, en público y en privado. Todo ello me hizo ver que estaba haciendo lo correcto.
Hoy, varios años después, sigo creando vídeos. Muchos piensan que lo que hago es inadecuado, que debería «callar mi opinión» y dejar que cada uno piense lo que quiera. Pero mi intención no es imponer nada a nadie, sólo compartir reflexiones honestas desde lo que soy y creo. No entiendo por qué expresar mi opinión ofende tanto a algunos. Si yo no digo a nadie lo que debe pensar, ¿por qué otros sienten que pueden decirme a mí lo que debo hacer o decir? Curiosamente, quienes dicen «que cada uno haga lo que quiera» son normalmente los primeros en decirte qué no deberías hacer. Esa contradicción me parece una buena razón para seguir reflexionando y conversando, aunque a algunos les incomode.
ACLARACIÓN:
Todo el contenido que comparto en redes es fruto de mi tiempo personal, mi reflexión y mi vocación divulgativa. No represento a ninguna institución ni hablo en nombre de nadie más. Aunque laboralmente estoy vinculado a la Universidad Complutense de Madrid (y en ocasiones he dado charlas en otras instituciones), las ideas que expreso son únicamente mías y no representan a ninguna entidad.
Elijo un formato breve en redes sociales porque es el más accesible hoy en día. Muchos de los temas que trato podrían desarrollarse mucho más: las conversaciones profundas merecen tiempo, y reservo ese espacio para el encuentro personal, el estudio serio y el diálogo real.
No busco sentar cátedra ni dar lecciones. Solo intento pensar en voz alta, aportar claridad en un mundo ruidoso y compartir lo que considero valioso. Si sirve, me alegra. Si provoca reflexión o diálogo, aún mejor.